¿Puros, impuros o contaminados? ¿En qué estado nos encontramos?

Por Familia Barrios Lara

Aunque el templo ya no exista… ¿Habrá algo que nos esté impurificando para estar en su presencia?

En la parashá de esta semana Emor אֱמֹ֥ר [Lv 25:1-24:23], Hashem introduce un tema fundamental en nuestro ejercicio práctico de la fe, sus fiestas: shabat, Pesaj – pascua, omer reshit – primicias, shavuot – semanas, Iom terúa – día de trompeta, Iom kipur – día de expiación, sukot – cabañas y shminit aztzereet – octavo de conclusión [Lv 23:3,5,10, 16, 24, 27, 39]. Las fiestas del Eterno más que un mandamiento, son el tiempo en el que más cerca estamos de Él, pues nos permiten recordar lo que ha hecho Hashem por nosotros y por su pueblo, a la vez que representan un motivo máximo de alegría para nosotros y nuestras familias [Dt 14:26].

Y el Eterno como buen padre, no solo nos invita, sino que nos muestra cómo prepararnos adecuadamente para sus fiestas, a través de la santidad y la pureza: “No profanareis la santidad de mi nombre, seré santificado entre los hijos de Israel, Yo, el eterno que los santifica” [Lv 22:32]. Y ¿Cómo nos santificamos? La palabra kadosh קָדוֹשׁ (S. 6918) significa no solo santo, sino también apartado; de tal modo que, por un lado, la santidad implica apartarse del pecado, pero la pureza ritual va más allá, pues se da en relación a todo lo que genera contaminación, aunque no necesariamente sea pecado, cómo un cadáver o la muerte trágica de un animal, circunstancias que son contrarias a la esencia de Di-s: la vida, la pureza y la santidad.


Bajo ese contexto, es más sencillo entender por qué los cohanin (sacerdotes) quedaban en un estado ritualmente impuro al contaminarse con cadáveres [Lv 21:2], lepra, flujos sexuales, reptiles, o al comer carne de animales enfermos o despedazados [Lv 22:4-5, 8]. Pero, además, al ser servidores directos de Hashem, se les exigía un mayor grado de santidad, por lo que no podían realizar prácticas en relación al culto a los muertos [Lv 21:5], tomar por mujer a una prostituta o divorciada [Lv 21:7], ni permitir que su hija se prostituyera [Lv 21:9].


Pero las condiciones de pureza para el sumo sacerdote – Cohen Hagadol- eran más altas todavía; pues no solo podía casarse únicamente con una mujer virgen [Lv 21:13-14], sino que, además, ella era el único cadáver por el cual podía contaminarse [Lv 21:11] ¿Por qué? Porque él era el responsable directo de que las luminarias de la Menorá estuviesen continuamente encendidas ante el Tabernáculo [Lv 24:4].


Ya no está el templo físico, y por tanto las impurezas rituales parecieran no estar vigentes. Sin embargo, el brit jadasha (pacto renovado/nuevo testamento) nos enseña que somos templo de su Ruaj Hakodesh (el Espíritu del Eterno) [1 Co 6:19] y que Yeshua HaMashiaj no solo nos lavó de nuestros pecados, sino que nos llamó a ser cohanin (sacerdotes) [Ap 1:5-6], así que, debemos preguntarnos ¿Qué cosas pueden impurificarnos para acercarnos a su presencia? Rav Shaul nos da la respuesta: conversaciones y chistes obscenos, amargura, ira, enojo, gritos, calumnias, toda forma de malicia, y la falta de bondad y de perdón [Ef 4:29-32]… ¿Es posible que esto nos esté impurificando y sea el obstáculo a nuestras oraciones? La respuesta debemos meditarla cada uno en nuestro corazones.


Pero hay algo más grave que la impureza, de lo cual nos advierte también esta parashá y es la blasfemia, de hecho, esta parashá termina con el relato de la lapidación de un blasfemo [Lv 24:23]. La blasfemia significa maldecir a Di-s mencionando el nombre santo ( Rashbam, Ibn Ezra) y es un pecado tan grave que tanto los judíos nativos como los conversos son tratados exactamente igual en la legislación relativa a la blasfemia (Sforno, Chizkuni).


¿Por qué es tan grave la blasfemia? Ibn Ezra, enseña que el blasfemo inicia maldiciendo a Di-s en secreto, es decir que empieza en su corazón, al despreciar a Adonai y jactarse de sus propios deseos [Sal 10:3], tal como nos enseña Yeshua dice “Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez” [Mc 7:21-22]. En resumen, empieza cuando al blasfemo le importa más lo que él quiere, que lo que Di-s quiere de él [Rom 16:18]… ¿Será que a nosotros nos ha pasado?


Posiblemente nosotros no hemos maldecido a Di-s con nuestras palabras… pero podemos estar en ese proceso, si preferimos los deseos de nuestro corazón, antes que lo que Di-s quiere de nosotros; o si, con nuestro testimonio, hacemos que otros maldigan el nombre del Eterno: “tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles” [1 Cor 8:9].


La buena noticia es que Yeshúa, puede limpiarnos de aquello que nos contamina y nos impurifica, incluso, si estamos privilegiando nuestros deseos por sobre su voluntad; tenemos la oportunidad de arrepentirnos y acercarnos al trono de gracia y pedir misericordia [Hb 4:16], pues Yeshua no solo nos ha limpiado por medio de su palabra [Jn 15:3], sino que se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien [Tito 2:14].


¡Shavua tov!

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Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.

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Un comentario en «¿Puros, impuros o contaminados? ¿En qué estado nos encontramos?»

  1. Muchas bendiciones para todos ustedes y muchas gracias por esta información. Ya que se acerca el día de Shavuot.

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